La trampa de la productividad sin consciencia

¿Por qué quieres incrementar tu productividad? La respuesta más común a esta pregunta es “para poder hacer más cosas”. Habiendo yo mismo dado esta respuesta múltiples veces, intento reflexionar en qué parte del proceso de crecimiento comenzamos a asociar la cantidad de cosas que hacemos con nuestro valor como personas.

La idea de ser más productivo no debería de estar enfocada en hacer más, sino en reducir la fricción para que hagamos lo que tenemos que hacer de la manera más tranquila posible. De la manera más humana posible.

Tú y yo somos parte de un sistema que, hora tras hora, está buscando exprimir la mayor cantidad de productividad de cada uno de nosotros. Eficiencia, dicen, es lo principal. Ser eficientes. Ser productivos. Si no estás siendo productivo, estás desperdiciando recursos. Si no maximizas tus horas de trabajo, estás siendo irresponsable.

Mientras más enfoque le das a ser productivo y a incrementar tu eficiencia, más estás renunciando a lo que te hace humano: la imperfección. Al espacio para tener sentimientos, opiniones y reacciones a las circunstancias que se te presentan.

A alguien que idealiza la como una medida para determinar su valor le costará mucho entender que lo que te hace único es tu perspectiva, experiencia de vida y tu humanidad. La misma humanidad que te hace a veces fallar en tus metas, y no completar tu lista de tareas a tiempo. Colectivamente, mientras más nos enfoquemos en ser productivos y eficientes por el simple hecho de hacer más, nos haremos menos humanos. Porque entonces necesitaremos menos personas.

“Suena la campana que aún puede sonar. Olvida tu ofrenda perfecta. Hay una grieta en todo. Es así como entra la luz.” Leonard Cohen inicia su canción “Anthem” con esa reflexión.

La próxima vez que te quieras sentir mal por no ser “suficientemente productivo”, recuerda: hay una grieta en todo. Es así como entra la luz.